LUPARA

La comunidad de Lupara celebra San Antonio de Padua el 22 de julio con una procesión de carrozas decoradas tiradas por bueyes, como ocurre en otras ciudades de Molise. La celebración religiosa se introduce con la celebración eucarística. Tras la Santa Misa, la estatua del Santo es llevada a hombros por el casco antiguo hasta el arco de la Taberna. Aquí se coloca en el carro tirado por bueyes que llevan mantos de colores para la ocasión. Se adornan pequeños y grandes carros llenos de gavillas de grano, seguidos de hombres y mujeres con trajes tradicionales, inspirados en las fiestas típicas del campo. La procesión llega a la plaza, donde los propietarios de los bueyes compiten: quien ofrezca más granos tiene el privilegio de llevar la estatua. Declarando la victoria con un rugido de aplausos, la procesión avanza lentamente. Los fieles cantan canciones y rezan. Muchas mujeres llevan en la cabeza cestas llenas de trigo, galletas y pan. En la era, el sacerdote bendice a los animales y a los vehículos con su carga. En pocos minutos el destino está configurado. A continuación, la procesión vuelve a salir acompañada por la banda de música y un repique continuo de campanas. Los participantes en la procesión muestran una gran emoción, especialmente en los momentos especiales del recorrido de la procesión, cuando los bueyes se arrodillan ante la estatua. Al final de la procesión, se canta el tradicional “saludo de los segadores”, es decir, los participantes en la procesión vestidos con trajes tradicionales.

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La comunidad de Lupara celebra San Antonio de Padua el 22 de julio con una procesión de carrozas decoradas tiradas por bueyes, como ocurre en otras ciudades de Molise. La celebración religiosa se introduce con la celebración eucarística. Tras la Santa Misa, la estatua del Santo es llevada a hombros por el casco antiguo hasta el arco de la Taberna. Aquí se coloca en el carro tirado por bueyes que llevan mantos de colores para la ocasión. Se adornan pequeños y grandes carros llenos de gavillas de grano, seguidos de hombres y mujeres con trajes tradicionales, inspirados en las fiestas típicas del campo. La procesión llega a la plaza, donde los propietarios de los bueyes compiten: quien ofrezca más granos tiene el privilegio de llevar la estatua. Declarando la victoria con un rugido de aplausos, la procesión avanza lentamente. Los fieles cantan canciones y rezan. Muchas mujeres llevan en la cabeza cestas llenas de trigo, galletas y pan. En la era, el sacerdote bendice a los animales y a los vehículos con su carga. En pocos minutos el destino está configurado. A continuación, la procesión vuelve a salir acompañada por la banda de música y un repique continuo de campanas. Los participantes en la procesión muestran una gran emoción, especialmente en los momentos especiales del recorrido de la procesión, cuando los bueyes se arrodillan ante la estatua. Al final de la procesión, se canta el tradicional “saludo de los segadores”, es decir, los participantes en la procesión vestidos con trajes tradicionales.

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