ALBUGNANO

Hoy en día, la fiesta de San Antonio de Padua tiene lugar en el transcurso de un solo día, durante el cual se lleva a cabo un complejo ritual rico en detalles. El párroco, tras haber reunido a los habitantes del pueblo y a las personas que participan en el ritual en la parvis frente a la iglesia, bendice los objetos utilizados durante la procesión. Se presta especial atención al avüièt, los palos utilizados como vara por los carreteros, las rosetas, el palo y el pan ácimo. Al final de la bendición, se forma una procesión con la banda de música de la ciudad a la cabeza, seguida por el massari, los priores y el párroco, seguidos a su vez por representantes de la administración municipal y el carro tirado por una pareja de bueyes y escoltado por dos alabarderos. La población en masa sigue el carro. Cada aldeano lleva una escarapela roja en el pecho, que sólo se diferencia de las de las personas que desempeñan un papel activo en el evento en que son más pequeñas.

El recorrido entre la iglesia parroquial y la pequeña iglesia de San Antonio de Padua tiene siete etapas. En cada etapa, el batidor, que es el único que va siempre en la carreta junto con el conductor, plantea la posibilidad de ir en la carreta para el siguiente tramo del camino. De todas las etapas, la sexta, conocida como la etapa de la “caridad”, es la más solicitada, ya que al final de este tramo se distribuye pan ácimo. Los reclutas del año suelen intentar ganar el séptimo y último tramo para poder asistir a la misa desde la carreta que sigue a la procesión en la iglesia rural dedicada a San Antonio.

Después de la misa, mientras las muchachas distribuyen las rosetas de la fiesta, tiene lugar la venta de pan marcado con las iniciales del santo por parte del Prior. A continuación, el recorrido se repite a la inversa, utilizando los mismos mecanismos para la adjudicación de lotes por parte de los habitantes del pueblo. La llegada a la plaza del pueblo está marcada por la subasta del sombrero del Prior y el avüièt.

Por la tarde, se forma una nueva procesión, esta vez centrada en la figura del Santo, cuya estatua es llevada a hombros por los reclutas, precedida por el párroco, la administración municipal, la banda de música y los ganadores de la subasta de sombreros, seguidos por los habitantes del pueblo.

El evidente contraste de los aspectos sagrados y profanos sale a la luz en varios momentos del festival, y hay ediciones en las que el choque fue flagrante. La invitación dirigida a la población es claramente a estar más unidos dentro de la comunidad sin dejarse influir demasiado por los sacerdotes (vestidos de negro), junto con la exhortación a celebrar con alegría fuera de las reglas de la vida cotidiana. Según las historias orales del pueblo, fue precisamente a causa de este deplorable discurso que, durante la misa posterior, el escenario levantado para las fiestas y los bailes fue derribado por una enorme tormenta. La invitación a no perder de vista el carácter religioso del evento en favor del puramente profano es, por tanto, objeto de intervenciones y énfasis a través de las crónicas de la fiesta.

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Hoy en día, la fiesta de San Antonio de Padua tiene lugar en el transcurso de un solo día, durante el cual se lleva a cabo un complejo ritual rico en detalles. El párroco, tras haber reunido a los habitantes del pueblo y a las personas que participan en el ritual en la parvis frente a la iglesia, bendice los objetos utilizados durante la procesión. Se presta especial atención al avüièt, los palos utilizados como vara por los carreteros, las rosetas, el palo y el pan ácimo. Al final de la bendición, se forma una procesión con la banda de música de la ciudad a la cabeza, seguida por el massari, los priores y el párroco, seguidos a su vez por representantes de la administración municipal y el carro tirado por una pareja de bueyes y escoltado por dos alabarderos. La población en masa sigue el carro. Cada aldeano lleva una escarapela roja en el pecho, que sólo se diferencia de las de las personas que desempeñan un papel activo en el evento en que son más pequeñas.

El recorrido entre la iglesia parroquial y la pequeña iglesia de San Antonio de Padua tiene siete etapas. En cada etapa, el batidor, que es el único que va siempre en la carreta junto con el conductor, plantea la posibilidad de ir en la carreta para el siguiente tramo del camino. De todas las etapas, la sexta, conocida como la etapa de la “caridad”, es la más solicitada, ya que al final de este tramo se distribuye pan ácimo. Los reclutas del año suelen intentar ganar el séptimo y último tramo para poder asistir a la misa desde la carreta que sigue a la procesión en la iglesia rural dedicada a San Antonio.

Después de la misa, mientras las muchachas distribuyen las rosetas de la fiesta, tiene lugar la venta de pan marcado con las iniciales del santo por parte del Prior. A continuación, el recorrido se repite a la inversa, utilizando los mismos mecanismos para la adjudicación de lotes por parte de los habitantes del pueblo. La llegada a la plaza del pueblo está marcada por la subasta del sombrero del Prior y el avüièt.

Por la tarde, se forma una nueva procesión, esta vez centrada en la figura del Santo, cuya estatua es llevada a hombros por los reclutas, precedida por el párroco, la administración municipal, la banda de música y los ganadores de la subasta de sombreros, seguidos por los habitantes del pueblo.

El evidente contraste de los aspectos sagrados y profanos sale a la luz en varios momentos del festival, y hay ediciones en las que el choque fue flagrante. La invitación dirigida a la población es claramente a estar más unidos dentro de la comunidad sin dejarse influir demasiado por los sacerdotes (vestidos de negro), junto con la exhortación a celebrar con alegría fuera de las reglas de la vida cotidiana. Según las historias orales del pueblo, fue precisamente a causa de este deplorable discurso que, durante la misa posterior, el escenario levantado para las fiestas y los bailes fue derribado por una enorme tormenta. La invitación a no perder de vista el carácter religioso del evento en favor del puramente profano es, por tanto, objeto de intervenciones y énfasis a través de las crónicas de la fiesta.

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